Me gusta la opinión que José María Ortega Sanz da analizando la novela de Martín Cid, proximamente publicaré yo una crítica (estoy terminando de escribirla).
Dice José María:
El último libro de Martín Cid "Un Siglo de Cenizas" nos transporta al viejo sur norteamericano de cultivadores de tabaco y nos ahoga en un mundo de iniquidad, fingimiento, engaños y violencia.
Ya en sus primeras páginas se advierte un incorregible gusto por los ambientes malsanos y agobiantes. Tras superar unos primeros momentos en los que los personajes ya se presentan como incorregiblemente malignos, nos adentramos capítulo a capítulo en los que fueron sus orígenes. Los Fiodorovich son individuos duros y callados, marcados por una especie de maldición desde el día de su nacimiento. "Un Siglo de Cenizas" nos recuerda a esas historias de pioneros y buscadores de oro, esas historias de hombres sin honor y sin alma que buscan en la tierra seca el sonido del silencio más estruendoso.Las generaciones pasan y el autor nos transporta hacia los rincones más escondidos del alma de los Fiodorovich. Saltamos de una fecha más reciente a una más pasada para volver y encontrarnos de nuevo con los que serán los hermanos protagonistas de la historia: Stanislaus, Pierre y Cecil. Ya en las primeras páginas los descubrimos fumando en sus pipas y contando chistes crueles mientras su abuela agoniza... descubrimos las historias y desencuentros de unos personajes extrañamente condenados a agonizar en la enfermedad de su apellido, a sufrir en sus carnes la enfermedad y la fortaleza de los elegidos.El autor utiliza un curioso sistema basado en el árbol cabalístico (que ya empleó, por ejemplo, Umberto Eco en El Péndulo de Foucault). Es Stanislaus quien cuenta la historia y será éste el encargado de desentrañar la historia de venganzas, arrepentimientos, muertes y familias.Es una novela plena de sentido del humor, un humor agrio y no apto para espíritus sensibles, pero también un humor corrosivo y excéntrico.Cábala y tiempoLa Cábala tiene como base estructural el estudio del árbol de la vida, un camino a través de veintidós senderos que comunica diez pasos, diez esferas. Cada una de esas esferas representa un paso adelante en el conocimiento humano, y los senderos son los caminos que se han de recorrer para alcanzar estas etapas en la sabiduría.Muchos consideran a la Cábala como una ciencia esotérica, muchos otros la vienen a considerar un símbolo, otros citan la numerología, dicen otros que contiene la esencia de Dios en el sentido más pitagórico de la palabra... otros simplemente callan.La última novela de Martín Cid ahonda en este proceso de conocimiento, en este pleito a la razón. "Un Siglo de Cenizas" es una novela difícil porque plantea un reto al lector: descubrir la verdad que encierran unos personajes sumidos en la más absoluta de las iniquidades. El autor exige del lector no sólo la capacidad necesaria para seguir una trama complicada, sino la capacidad de análisis para comprender a unos personajes difíciles y complejos, unos personajes que, destrozados, se afanan en buscar su propio camino del conocimiento a través de la inmersión profunda en el terreno de la maldad más extrema.Pero estos requerimientos no terminan ahí. Poco parece importarle al autor la trama y sí el estilo. "Un Siglo de Cenizas" es también una novela que busca y se afana en encontrar la belleza de la tragedia y la verdad oculta reflejada en pálida y vetusta crueldad. El protagonista recuerda desde su púlpito lo que parece ser su vida. Él mismo se confiesa mentiroso y sádico, él mismo se condena enfermo hasta la saciedad. ¿Acaso merece vivir alguien así? Los caminos de la Cábala nos acompañarán a lo largo de toda la novela y enseñarán a su protagonista el camino de un conocimiento velado y casi prohibido, sólo disponible para aquéllos que están dispuestos a probar los más terribles caminos de la crueldad.La novela tiene algo de mágico y algo de beatífico también, una mezcla que juega con los tabacos de pipa (el libro reseña los pormenores de los tipos de tabaco para pipa, sus características y sus métodos de cultivo). Y es que es una obra llena de metáforas, siendo la primera de ellas el humo (que parece envolver a sus protagonistas): como aquel al que le gusta fumar, es incapaz de abandonar un hábito y una estética. ¿Fumar mata? Es probable que sí, pero también el corazón del hombre sano y corriente. La novela juega con nosotros como el fumador que disfruta haciendo círculos de humo en el cielo, se burla de nosotros y nos rescata y nos pregunta otra vez: ¿acaso mereces tú estar aquí, lector? Nos sentimos entre sus páginas saciados y también ocultos: y es que el libro se pregunta constantemente por su propia esencia (sugerida con guiños a otras grandes novelas del siglo veinte). Entre las cenizas nos encontramos a Joyce y a Proust, al siempre presente Faulkner y a muchos más que parecen haber también visitado la granja de los Fiodorovich."Un Siglo de Cenizas" es un libro que huye de los tópicos y de los convencionalismos para seducirnos a través de un proceso de maldad y burla. Escuchamos los gritos de los ahorcados antes de morir y nos ponemos también en la piel del verdugo. ¿Tienen derecho a existir hombres así?Existen, y sus risas aún llegan a nuestros oídos. Escuchamos sus ecos y miramos sus rostros sonrientes.-¿Crees que fumar mata? -preguntó Stanislaus Fiodorovich sonriente. Ya las últimas briznas de tabaco se quemaban.Su abuela había muerto.
Ya en sus primeras páginas se advierte un incorregible gusto por los ambientes malsanos y agobiantes. Tras superar unos primeros momentos en los que los personajes ya se presentan como incorregiblemente malignos, nos adentramos capítulo a capítulo en los que fueron sus orígenes. Los Fiodorovich son individuos duros y callados, marcados por una especie de maldición desde el día de su nacimiento. "Un Siglo de Cenizas" nos recuerda a esas historias de pioneros y buscadores de oro, esas historias de hombres sin honor y sin alma que buscan en la tierra seca el sonido del silencio más estruendoso.Las generaciones pasan y el autor nos transporta hacia los rincones más escondidos del alma de los Fiodorovich. Saltamos de una fecha más reciente a una más pasada para volver y encontrarnos de nuevo con los que serán los hermanos protagonistas de la historia: Stanislaus, Pierre y Cecil. Ya en las primeras páginas los descubrimos fumando en sus pipas y contando chistes crueles mientras su abuela agoniza... descubrimos las historias y desencuentros de unos personajes extrañamente condenados a agonizar en la enfermedad de su apellido, a sufrir en sus carnes la enfermedad y la fortaleza de los elegidos.El autor utiliza un curioso sistema basado en el árbol cabalístico (que ya empleó, por ejemplo, Umberto Eco en El Péndulo de Foucault). Es Stanislaus quien cuenta la historia y será éste el encargado de desentrañar la historia de venganzas, arrepentimientos, muertes y familias.Es una novela plena de sentido del humor, un humor agrio y no apto para espíritus sensibles, pero también un humor corrosivo y excéntrico.Cábala y tiempoLa Cábala tiene como base estructural el estudio del árbol de la vida, un camino a través de veintidós senderos que comunica diez pasos, diez esferas. Cada una de esas esferas representa un paso adelante en el conocimiento humano, y los senderos son los caminos que se han de recorrer para alcanzar estas etapas en la sabiduría.Muchos consideran a la Cábala como una ciencia esotérica, muchos otros la vienen a considerar un símbolo, otros citan la numerología, dicen otros que contiene la esencia de Dios en el sentido más pitagórico de la palabra... otros simplemente callan.La última novela de Martín Cid ahonda en este proceso de conocimiento, en este pleito a la razón. "Un Siglo de Cenizas" es una novela difícil porque plantea un reto al lector: descubrir la verdad que encierran unos personajes sumidos en la más absoluta de las iniquidades. El autor exige del lector no sólo la capacidad necesaria para seguir una trama complicada, sino la capacidad de análisis para comprender a unos personajes difíciles y complejos, unos personajes que, destrozados, se afanan en buscar su propio camino del conocimiento a través de la inmersión profunda en el terreno de la maldad más extrema.Pero estos requerimientos no terminan ahí. Poco parece importarle al autor la trama y sí el estilo. "Un Siglo de Cenizas" es también una novela que busca y se afana en encontrar la belleza de la tragedia y la verdad oculta reflejada en pálida y vetusta crueldad. El protagonista recuerda desde su púlpito lo que parece ser su vida. Él mismo se confiesa mentiroso y sádico, él mismo se condena enfermo hasta la saciedad. ¿Acaso merece vivir alguien así? Los caminos de la Cábala nos acompañarán a lo largo de toda la novela y enseñarán a su protagonista el camino de un conocimiento velado y casi prohibido, sólo disponible para aquéllos que están dispuestos a probar los más terribles caminos de la crueldad.La novela tiene algo de mágico y algo de beatífico también, una mezcla que juega con los tabacos de pipa (el libro reseña los pormenores de los tipos de tabaco para pipa, sus características y sus métodos de cultivo). Y es que es una obra llena de metáforas, siendo la primera de ellas el humo (que parece envolver a sus protagonistas): como aquel al que le gusta fumar, es incapaz de abandonar un hábito y una estética. ¿Fumar mata? Es probable que sí, pero también el corazón del hombre sano y corriente. La novela juega con nosotros como el fumador que disfruta haciendo círculos de humo en el cielo, se burla de nosotros y nos rescata y nos pregunta otra vez: ¿acaso mereces tú estar aquí, lector? Nos sentimos entre sus páginas saciados y también ocultos: y es que el libro se pregunta constantemente por su propia esencia (sugerida con guiños a otras grandes novelas del siglo veinte). Entre las cenizas nos encontramos a Joyce y a Proust, al siempre presente Faulkner y a muchos más que parecen haber también visitado la granja de los Fiodorovich."Un Siglo de Cenizas" es un libro que huye de los tópicos y de los convencionalismos para seducirnos a través de un proceso de maldad y burla. Escuchamos los gritos de los ahorcados antes de morir y nos ponemos también en la piel del verdugo. ¿Tienen derecho a existir hombres así?Existen, y sus risas aún llegan a nuestros oídos. Escuchamos sus ecos y miramos sus rostros sonrientes.-¿Crees que fumar mata? -preguntó Stanislaus Fiodorovich sonriente. Ya las últimas briznas de tabaco se quemaban.Su abuela había muerto.
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